NACIONALISMO, DEMOCRACIA, ESTADO SOCIAL, CULTURA

Esto es imposible de resumir en un comentario. Me limitaré a una pincelada a fin de que pueda hacerse una idea. Para empezar, las instituciones políticas deben estar al servicio de la mayoría de la población y no de una oligarquía como ocurre ahora. Ésta nos hace creer que vivimos en una democracia ("liberal", dicen), pero es falso. Liberalismo y democracia son incompatibles. Sin embargo, antes de recuperar la soberanía popular, los españoles debemos recuperar algo todavía más básico, a saber, la soberanía nacional. De ahí que el nacionalismo constituya el fundamento de cualquier democratización (lo que nos opone a las izquierdas tal y como han sido entendidas hasta la actualidad y por eso hablamos de "izquierda nacional" frente a las izquierdas mundialistas o globalistas y su engañoso concepto de "humanidad"). Por encima de las diferencias ideológicas que pueda haber entre los ciudadanos, estos dos principios (soberanía nacional, primero, soberanía popular, después) rigen el proceso transformador de la sociedad (society) en comunidad nacional (Volksgemeinschaft) que proponemos. En segundo lugar, no se puede abolir el mercado, como han pretendido los comunistas y los marxista-leninistas para acabar presuntamente con los abusos horrendos del capitalismo, pero tampoco puede consentirse que "todo", absolutamente todo, caiga dentro del mercado, se "mercantilice" y, sobre todo, que la sociedad misma devenga en una sociedad "de mercado" donde la vida de las personas gire únicamente entorno al beneficio. Hay valores éticos superiores al dinero y, por ende, al enriquecimiento personal. Hay en consecuencia bienes básicos, como la educación, la sanidad y la vivienda, que deben ser garantizados por el Estado si queremos preservar la vida civilizada. Y de la misma manera que entendemos que la policía, el ejército y la justicia, por ejemplo, deben ser públicos, también deben serlo aquéllos otros esenciales por mucho que, paralelamente, se permita la existencia de educación, sanidad y vivienda privadas para quienes puedan permitírselo. Pero tan importante como todo eso o más todavía es la cultura, condición de posibilidad de que la democracia pueda funcionar sin caer en el populismo (en el peor sentido de esta palabra). Los ciudadanos hay que formarlos, no se nace ciudadano, y de ahí que la educación pública deba ser reformada para erradicar el modelo actual basado en la creciente idiotización de la gente (la oligarquía quiere cretinos e ignorantes para manipularlos mejor). Los ciudadanos deben salir de la educación obligatoria con perfecta capacidad de razonar, de operar en una asamblea, de distinguir entre la verdad y la mentira y con una ética de la veracidad completamente internalizada; o eso o el sistema democrático será manipulado por los demagogos y colapsará. Estos tres pilares, a saber, el nacionalismo, la democratización del Estado hasta sus últimas consecuencias, el Estado social y no sólo "liberal", así como la cultura, son los puntos de partida, pero sólo los puntos de partida, de la transformación que yo defendería: una revolución nacional y social cuya institución central es el pueblo en armas dispuesto a luchar y morir, si es necesario, para defender su dignidad y su libertad como nación soberana. El resto lo debería decidir el propio pueblo pero, creo que, por lógica, sólo podría ir en una dirección. Y eso es lo que yo entiendo por "fascismo" o "nacionalsocialismo".

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